Patrón leal, una reinterpretación de la obra El Rey Lear de William Shakespeare escrita por Alfonso Santistevan y dirigida por Jorge Villanueva, es un intento de invitar a una ciudad a pensar en la podredumbre de los mundos de los que El Bardo habla en sus obras. Digo intento porque esta puesta intenta muchas cosas, pero no logra varias y las que consigue pasan desapercibidas -como por agua tibia- dejándonos saber que todavía su temporada en escena es una batalla dura por luchar.

Una obra de teatro funciona más o menos como un partido de fútbol: Hay un número de jugadores, estrategias, jugadas maestras, todo en búsqueda de un gol. En el teatro el gol es el aplauso ensordecedor de un público que ha vivido minuto a minuto aquel partido en el escenario. Sucede que, en el partido que juega el equipo de “Patrón Leal”, su jugador estrella -su número 9-  tal vez no haya sido la mejor elección.

El elenco está compuesto por Luis Peirano como el patrón Leal, que está acompañado de Alfonso Santistevan, Urpi Gibbons, Katiuska Valencia, Karina Jordán, Marcello Rivera, Pold Gastello, Ricardo Velásquez, Carlos Mesta, José Manuel Lázaro, Renato Rueda, Gabriel González, Ricardo Bromley, Gabriel Soto, Jared Portocarrero, Klaus Herencia y Williams Quispe; y si hay algo absolutamente valioso y rescatable de la obra es el trabajo que hace todo el elenco por mantener arriba un ritmo que el protagonista de esta puesta no puede mantener. Los mejores momentos de la puesta son aquellos en los que su protagonista no está en escena; y cuando lo está, son los momentos en los que no tiene que interactuar con nadie, los momentos en que entra en monólogos, en los que mejor funciona.

Patrón Leal está situada en la sierra peruana de los años 20, información que tenemos pues el programa de mano lo dice así; pero la obra muy difícilmente sitúa al espectador en la época más allá de los vestuarios que, si bien han sido perfectamente estudiados para situarlos a la época, carecen de una cierta “regionalidad” de lo que significaría estar en la sierra peruana en aquellas épocas. Por la misma línea va otro elemento que del mismo modo hace ruido: La presencia de unos músicos serranos que aquí cumplirían el rol de bufones como lo hacen en la obra original (propuesta de la adaptación del dramaturgo). Esto se presenta como un elemento extraño, pues a pesar de que se supone que tienen la verdad en sus manos, en su música no hacen más que ser un elemento decorativo, y un esfuerzo más de “peruanizar” una puesta que tranquilamente hubiera podido ser hecha en un Perú del 2005. Tal vez se debe profundizar un poco en esto, consultar, investigar sobre representación y como podemos darle voz a aquellos que han sido históricamente desdibujados.

Lo más hermoso del teatro es que una vez estrenada una obra, lo único que tiene es espacio para crecer y para ajustar cosas en el camino. Ahí radica su magia. No cabe duda que desde su estreno la semana pasada ha empezado un trabajo arduo de ajustes constantes para que este Patrón Leal encuentre su voz e identidad.

Patrón Leal se encuentra en temporada en el Centro Cultural PUCP hasta el el 9 de diciembre